30 junio, 2014

La melancolía del sicario


La melancolía es un arma de fácil uso y su efecto mortífero sólo depende de una carga de frustraciones y un ansia irrefrenable de felicidad. Adornarla tampoco es tarea difícil y es en ese envoltorio donde se nos clasifica entre mercenarios y francotiradores a sueldo.
La melancolía porta una angustia acumulada capaz de saltarse las reglas y dejarnos desarmados en medio del combate transformando lo que somos en pequeños momentos de debilidad como también nos puede convertir en sicarios sin escrúpulos capaces de inmolarnos junto al enemigo sin medir las causas del desastre y arrastrando con nosotros todo aquello que nos produce felicidad. Adaptarse nos permite transcender e incluso convivir con la angustia de esos recuerdos que nos remontan a momentos felices, pero ¿cuánta melancolía es necesaria para dejar de ser esclavos de ella?
Si cualquier tiempo pasado fue mejor la ansiedad de lograr un futuro estable nos condena a no bajar la guardia y a mirar con recelo cualquier tratado de paz. El exceso de pasado y el exceso de futuro nos obliga a protegernos contra todo aquel que se interpone entre nosotros y nuestra lucha interior. Defenderse o agitar la bandera de la paz requieren el mismo esfuerzo y es ahí donde la capacidad de adaptación nos une a todos por igual; teniendo siempre en cuenta que no todos estamos preparados para ello.
adaptación.
1. f. Acción y efecto de adaptar o adaptarse.

Podemos adaptar nuestra vida a la llegada de un nuevo miembro a la convivencia. Nos adaptamos a un horario, a una dieta, a un trabajo, a unos ingresos, a una familia, a unos amigos, al tráfico, a los vecinos, a los hijos de otro… La acción y efecto de adaptarse consiste en superar los obstáculos que se interponen entre la trinchera y nuestra meta. Nos protegemos. Sabemos que depende de nosotros continuar vivos, seguir luchando. De lo único que somos conscientes es de que las cicatrices de una lucha como esta nos hace oscuros al pensar que las guerras se ganan tras muchas batallas perdidas. Morir y renacer todas las veces que haga falta hasta descubrirnos reyes o emperadores o simples esclavos de nuestros deseos.
Pero ¿por qué adaptarnos? ¿para qué?
Para muchos adaptarse conlleva un acto de sumisión que avergüenza y hasta denigra: dejar de “ser” para conservar o dejar de “hacer” para no perder”. Es cierto que sin la lucha de aquellos que durante nuestra historia decidieron no adaptarse y luchar en contra de lo establecido ahora mismo estaríamos privados de muchas libertades pero ¿que hay de todos aquellos que supieron adaptarse? ¿Qué pasa con todos los que decidieron luchar consigo mismos?
Comienzo un reconocimiento emérito al valor de aquellos que han sabido adaptarse, amoldarse, aclimatarse, acomodarse, adecuarse, ajustarse, habituarse, acostumbrarse o transformarse porque para ser cobarde también hace falta valor. Y en un acto de constricción innecesario (es cierto) pero imperioso (innegablemente) me acerco libremente al cadalso con la intención de pronunciarme cobarde.
Cobarde por huir de la melancolía y del futuro incierto. Y cobarde por dejarme llevar sin luchar contra el mundo.
Y adaptado seguiré en mi trinchera, con mis armas a punto, mis cicatrices y mi luchas.
Adaptado, sí. Conforme no.

1 comentario:

Unknown dijo...

Como me gusta leerte misielo!

y ahora filósofo...

;)

Creo que adaptarse es importante en muchos momentos, pero hay que luchar cuando toca, no conformarse con una vida que no deseamos...

Estar melancólico una semana es hasta sano, pero dos ya no!

Así que pelea por lo que quieres, y cuando necesites un descanso pásate por mi trinchera a tomar una cervecita y arreglamos el mundo jajajaja