06 marzo, 2014

D+H= A (+a)


Supongamos que un día las cosas no son lo que eran. Y me refiero a lo que conocemos como nuestra vida y la de los demás. De pronto nadie es quien era y nadie, incluido tu, es quien pensaba que era. No trabajas en el mismo sitio, no tienes los mismos amigos, parejas o familiares. Dejas de llamarte por el nombre al que te habías acostumbrado, tu casa ya no es tu casa y las calles y los destinos son completamente distintos y nos vemos obligados a improvisar.
Ante este supuesto en mi cabeza caben dos posibilidades (entre miles). Una es la de “me he vuelto loco ¿qué está pasando? no entiendo nada por favor que alguien me lo explique”. Y la segunda es que nadie es consciente del cambio y todos seguimos haciendo como si nada hubiera pasado. Esta última, además, se acerca peligrosamente a la realidad y hace cuestionarme la rapidez con la que se desarrollan ciertos acontecimientos, porque , queramos o no, nuestra vida cambia a diario y estamos obligados a improvisar; unos mejor que otros, eso si.
Y de pronto llega ese día en el que descubres que no eres quien crees ser. Que  ‘improvisando’ la vida te ha llevado por lugares aún desconocidos o que tú no has sabido coger el camino correcto porque debías hacer otra cosa. Y entonces te das cuenta de que llevas dos vidas o más.
La última canción del musical Chicago comienza diciendo: ‘Te puede gustar la vida que llevas. Puedes vivir la vida que te gusta’. No me refiero a llevar dos vidas si no a tener vidas paralelas: la vida que tienes y la que te gustaría tener. Nunca es tarde – dicen todos aquellos que en algún momento deciden hacer el cambio y descubren que son inmensamente más felices que antes ¿Cuestión de tiempo? ¿Determinación? ¿Habilidad? Y si descubrimos el por qué ¿cuánto tiempo tardamos en pasar de la determinación de cambiar a la habilidad de llevarlo a cabo?
Gracias a mi trabajo conozco a personas cada día. Cada día nuevas vidas, nuevas historias. Algunas de esas personas se hacen habituales y profundizando descubro tres grupos de personas. Uno es el de personas que hacen lo que quieren, otro el de personas que se han sabido adaptar y  un tercero lleno de infelices (con todo el cariño).
Las profesiones de los clientes que forman el grupo uno son dispares: creadores de aplicaciones web o de teléfono, periodistas, cocineras, actores, bailarines, físicos, profesores de arquitectura, arquitectos, abogados, un juez, guionistas, diseñadores de ropa, escritores, músicos, fontaneros,  presidentes de ong, cirujanos, carpinteros, maquilladores, peluqueros… La mayoría de ellos autónomos o free lance y todos ellos, aparentemente, muy felices. Suelen ser personas calificadas por el resto como raros, bordes o poco sociables; curioso ya que con todos ellos tengo una relación bastante alejada de estos adjetivos y suelen ser personas muy tranquilas, independientemente de su personalidad. Todos vienen solos, salvo algún día. Algunos trabajan en sus ordenadores, otras escriben, o leen algún libro o la prensa. A todos ellos les encanta que los salude por su nombre, que me intereses por sus vidas y, aunque desean quedarse en su mundo unas horas, deseosos de entablar conversación siempre que les sea enriquecedora.
El segundo grupo está repleto de personas con maravillosas conversaciones, con historias que compartir y agradecidos de que les recibas. Sus profesiones igual de variadas que en el primer grupo pero con algún resquemor sobre su vida. Les gusta hablar de qué quieren hacer o de lo que harían para salir de la rutina.
El tercer grupo son personas del primer y segundo grupo que por circunstancias tienen que vivir su vida de forma incómoda ya que tuvieron que dejar lo que hacían, no son capaces de cambiar o no se han dado cuenta de lo equivocados que están.
¿Tan sólo tres? – me pregunto a menudo, intentando dilucidar cuántas exactamente son las oportunidades que tenemos para dejar de correr a dos bandas y vivir la vida que nos gusta. ¿Cuál es la diferencia que hace a unos más intrépidos que otros?
Determinación y habilidad. (D y H)
El viernes 28 de febrero, en la contraportada de La Vanguardia, Lluis Soldevilla dice: (textualmente) “Hay una frase que no soporto: Ya veremos qué pasa… ¿cómo dices? ¡Haz tu que pase! Si no actúas ¿por qué tiene que pasarte algo bueno? Haz cosas, ¡pasan cosas!”.
Actitud y acción. (A+a)
Retomo el pensamiento de que somos el reflejo de lo que los demás creen que somos. Que nos dejamos influenciar por las comparaciones y caminamos a trompicones entre nuestra realidad y ese reflejo. Y sigo tratando de averiguar si todos, o sólo unos cuantos, conseguimos averiguar quienes somos para saber qué queremos.
Entre tanto, y cómo ejercicio lúdico-recreativo, propongo un análisis personal completo, dividiendo en tres grupos las expectativas de vida, los deseos sobre ella y las ganas que tenemos de llevarlos a cabo. Podemos, incluso, crear una fórmula que nos ayude:
D+H= A (+a)
 Y, si después de este análisis sabemos en cual de los tres grupos debemos ubicarnos, dar por concluida la búsqueda y decidir, de una vez por todas, vivir sin tener que pensar en ello.

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