15 febrero, 2014

Periodista


“No estoy seguro que querer escribir sobre mi. Llego a esta conclusión después de escribir durante meses sobre las cosas que me pasan a diario. Me doy cuenta que al hablar de mi vida hablo de mi sin ser consciente de ello, ya que no hablo directamente de mi si no a través de las conversaciones que tengo con las personas que me relaciono. Soy americano y periodista y trabajo en Barcelona para el New Yorker y otras publicaciones americanas. Llegué para hacer un reportaje sobre las olimpiadas del 92 y me quedé. He  publicado tres libros sobre la post-modernidad de la civilización actual pero la gente no sabe quien soy, no me reconocen por la calle, aunque eso en Barcelona importe poco.
La gente de Barcelona no quiere saber quién eres. Y no porque no les importe lo que te pasa, si en algún momento necesitas su ayuda te echarán una mano. Es por el hecho de que aquí seas quién seas tienes tu lugar. La primera vez que vi a dos hombres besarse en plena calle sin que nadie se percatara de ello fue aquí. La libertad individual que se vive en Barcelona sólo se ve alterada por los turistas cuando señalan con el dedo índice de sus manos. Aquí señalar está prohibido. Ya desde los años 20 cuando el jazz recorría el Paralelo de bar en bar estaba prohibido señalar con el dedo. Las gentes de esta ciudad sabían qué se encontrarían en ciertos barrios, y si no querían verlo no iban, pero no se les ocurría ir a criticar la actitud de aquellas gentes ‘de vida alegre’.
Después de pasar 25 años en Nueva York mis prejuicios son pocos pero ser americano ( y del sur) implica un racismo moral hacia todo lo que desconozco que he perdido en esta ciudad. Por eso aún a día de hoy, reconozco los gesto, las miradas, las reacciones en aquellos que no saben lo que es vivir en una ciudad donde a nadie le importa lo que hagas siempre que no molestes.  Y ese es el problema: molestar.
No sé como pero en los últimos 30 años Barcelona a sufrido el mayor incremento de turistas de toda España. Se ha convertido en la cuarta ciudad más visitada del mundo y se nota. Se nota  porque no te mueves igual por las calles. Los Barceloneses más que callejear esquivamos turistas. Gracias a las guías turísticas de la ciudad aún podemos disfrutar de esta ciudad como si no la visitaran turistas. Pero nadie te contará el secreto. Ninguno compartirá contigo los lugares o los rincones tranquilos de la ciudad, eso es un derecho que te tienes que ganar.  Porque Barcelona hay que ganársela. No bastan unos meses, ni siquiera unos años. Aquí se vive por décadas.”
J.

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