Me gusta pensar que nos equivocamos con un propósito de
mejorar y hasta evitar repetir fallos, conductas o errores de sistema ¿para qué
si no? Pues últimamente tengo la suerte de disfrutar de conversaciones en las
que la redención publica resulta ser la solución a una vida insufrible y llena
de fallos que sólo sirven para recordar lo injusto de una inocua existencia.
Hablemos
de redención.
Su
definición según la rae es:
(Del
lat. redemptĭo, -ōnis).
2. f. por antonomasia redención que Jesucristo hizo del género
humano por medio de su pasión y muerte.
Con la iglesia hemos topado, y es que la necesidad de
algunos por sentirse mártires de su propia situación nos acerca a una visión de
la vida desvirtuada sin necesidad.
Aunque pueda parecer insensible, la teoría de la crisis, la recesión
y el mal momento que estamos pasando ha dejado de convencerme. Precisamente porque
nos afecta a todos y porque, más allá de lo que podamos creer, la situación
de los nuevos mártires dista mucho de los que realmente tienen problemas para
llegar a final de mes (e incluso al día 5). Las quejas toman nuevas dimensiones
y la mayoría incluso se atreve a vaticinar su futuro más cercano de la forma
más oscura, quizás en ese esfuerzo natural de animarnos ante la posibilidad de
que las cosas se pongan realmente feas y pensemos que todo se solucionará, aunque
desgraciadamente en la mayoría de los casos se utilice para dar pena; y ahora
si entramos en terreno delicado.
Cuando la conciencia social adopta la forma microscópica del
individuo, este tiende a exagerar (con lo que nos gusta un drama). El nuevo
mártir se justifica en su mala suerte y en este punto se basa toda su
desdichada existencia. Entonces se ve obligado a relatar sus últimos años en
los que su situación era mejor que la actual (evidentemente), su situación
actual muy distinta de la que quisiera (lógicamente) y así preparar el terreno
para su gran disertación sobre el desafortunado futuro inmediato que le espera.
Me cansa. Me cansa que ese futuro incierto planeado por
ellos mismos se utilice con el único propósito de su autocompasión o de
autopromoción. Pero ¿con qué finalidad? ¿afecto? ¿empatía? ‘Siempre me pasa lo
mismo’, ‘todo me pasa a mi’, ‘seguro que todavía me pasa algo peor’ y una serie
de dramatismos ordenados para dejar constancia de que a pesar de todo lo que
están sufriendo hacen el esfuerzo de ser felices. ¿Por qué te quejas tanto? –
preguntó sin la intención de crear polémica, y el mártir buen sabedor de sus
armas de seducción utiliza tu pregunta para relatar (de nuevo) su vía crucis y
volver a recrearse en su idea de que la felicidad no llama a su puerta.
Me considero un tipo con suerte, con mucha suerte. Y haciendo
apología de ello me he ganado más de un enemigo reconocido. Mi madre se
congratula de tener alguien positivo en la familia y siempre lo dice en un tono
tan poco feliz que más que alegrarme pienso que debería sentirme culpable. Pero
mira, siempre veo el vaso medio lleno. Y esta virtud para la mayoría se
convierte en azote de aquellos que se redimen públicamente esperando, quizás, sentarse a la derecha del Padre cuando
alcancen el cielo, o un mejor trabajo o una mejor vida o alguien nuevo a quién
cansar.
Lo más triste es que no se dan cuanta (o no quieren darse
cuenta o no se atreven) y cada vez se les toma menos en serio, se cuenta menos
con ellos o se les considera poco apropiados para según qué cosas. A mi también
me producen pena, claro que esto sólo lo digo aquí y en voz baja.
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